04 septiembre 2012

Día 19

Día 19.  Escribo desde Monte do Gozo, supuesto hito para el peregrino, por eso de ser la última estación antes de adentrarse en Santiago de Compostela. Pero el albergue, propiedad de la Xunta, parece un parque temático. Hay chavales de excursión con sus escuelas, turistas de punta en blanco  y auténticos señoritos con sus polos inmaculados. Mientras los observo y escucho, no puedo evitar verme inundado por el desprecio que me provocan, pero como no es asunto mío juzgar  a nadie, me olvido de ellos rápidamente al tiempo que relajo mi acalorada piel con una ducha y ropa limpia.
La jornada no ha dejado de lado su dureza por ser la última etapa, todo lo contrario, la geografía me ha "bendecido" con numerosos tramos de rompepiernas constantes, sólo apaciguados por la belleza de los bosques gallegos, el olor a eucalipto, y el frescor de tan frondosa vegetación. 

Eucaliptos

Magia en el sendero


Típico hórreo gallego

Mientras saboreaba con ganas de borrachera una cerveza en el bar del complejo turístico (perdón,  albergue)  me sentía capaz de todo. Quiero decir, me siento forjado ya por las vicisitudes del Camino, como si las fuerzas me inundasen, como si fuese sencillo emprender otros 800 km. más. Sin duda este sentimiento no es sino la consecuencia directa de un malestar creciente, al encontrar tan próximo el final de la aventura. No, no quiero que acabe. No quiero dar fin a este diario, cuando ni siquiera sé qué razones me llevaron hasta aquí. Pero quizás me estoy precipitando, aún no estoy en Santiago, lugar a donde llegaré mañana con todo un día de adelanto. Entonces emprenderé mi propio examen de conciencia, y descifraré mis sentimientos. Ahora es pronto. La cerveza deja el poso amargo de otro día que acaba sin ofrecer respuestas, y mi piernas no dejan de suplicar horas de sueño.


Piernas cansadas

Monumentos de dudoso gusto

29 marzo 2012

Día 18

Día 18.  Desde el día de mi llegada a Cruz de Ferro, quizás mi actitud más callada y reservada ha provocado la pérdida de cierta comunión con mis compañeros de viaje. Consciente como soy de esa distancia, procuro mantener las formas de la mejor manera posible. Además de eso, me doy cuenta  de que cada vez escribo menos en el diario, y hago menos fotos. Lo cierto es que la aglomeración de peregrinos de poca monta, la desaparición del halo místico que me acompañó hasta Ponferrada, y la aparente pérdida de autenticidad en el Camino ha hecho rebajar algo mi ilusión.

Mapas.
Pero estoy en pleno corazón de Galicia, y es la primera vez que piso esta tierra; pequeñas tapias de mampostería delimitan serpenteantes caminos, atestados de vacas y sus respectivos "regalos". A ratos la calzada entera parece asfaltada de abono...





En Portomarín, el pueblo más hermoso de la jornada, paro para almorzar y meterme entre pecho y espalda un bocata hecho in situ en un pequeño supermercado. A partir de ahí, vuelta a las anodinas carreteras comarcales, con un fantasmagórico cementerio de peregrinos por medio. Y en Palas de Rei, consiguiendo cama con impresionante suerte (unos peregrinos han perdido la habitación al no presentarse) de manera que un hostal de carretera sacado de una película de Hitchcock se convierte en nuestra salvación. La cena, en la que me he abstraído totalmente de mis compañeros, es compensada por una llamada sorpresa de mi amiga Marina. Eso alegra, claro que sí.


Vista desde la ventana del hostal.

12 agosto 2011

Kerouac dixit



Más de 5.000 km. Me impone. Mucho. Pero de qué manera no aceptar el reto. Cómo negarse algo así. La bici se aparca, claro. Coche. Y a tirar millas.

05 julio 2011

Día 17



Por fin
Día 17.  La mañana, más fría e inhóspita que de costumbre, presagiaba una subida atragantada. Pero afortunadamente lo único que andaba torcido era mi estado de ánimo. O Cebreiro, la prueba definitiva del Camino de Santiago, que hoy he dejado atrás, materializa una pequeña victoria para el recuerdo. Allí en la cima, vistas preciosas, velas en la ermita para los ausentes, e incluso cava como celebración. Mentiría si dijera que no ha sido duro. Pero, aseguro, menos de lo esperado. Quizás es su duración lo que desanima, una subida de unas 5 horas. El almuerzo agradecido ha evidenciado las virtudes de la gastronomía gallega: Raciones generosísimas del mejor queso fresco que recuerdo, y un sabroso lacón ahumado.


Una vela, qué menos

Recompensa

O Cebreiro




Por lo demás, y hasta la llegada a Samos y su sorprendente monasterio, donde haré noche, mi actitud se ha vuelto algo reservada y melancólica. Ando escaso de palabras, y hoy hubiera agradecido algo más de intimidad en mi viaje. Un sentimiento de volver a pedalear solo que llevo madurando desde mi salida de León. Quizás es simplemente mi escaso talento social, que se agudiza en momentos de tristeza, y que no soluciona el silencio. Quizás es que, más que nunca, hoy veo muy próxima mi llegada a Santiago, y no observo evidencias aquí dentro de una cura espiritual. Será que hay vacíos que ni se llenan, ni se aspira a ello. Quizás es que, en un triunfo personal como el de hoy (humilde, sí) hubiese deseado presencias imposibles. Deseadas.


compañera fiel

de repente, salido de la nada, Samos

30 abril 2011

Día 16

Día 16. Hay algo que rescatar del día de hoy. Siempre lo hay. Cumplí mi objetivo, dejé todas las piedras con todos los nombres que en su día prometí y me prometí. A veces crees que no será posible, y cuando lo ves realizado, cuesta algo más ser consciente. Hoy ya he bajado de la cruz de hierro con un kilogramo de peso menos.


La Cruz de Ferro a mi llegada. Subida dura, pero no imposible.

La más pequeña de las piedras, para mi hermano Sergio.

Bien, eso era algo bueno del día de hoy. Lo otro, es la historia de Livia y Unai (nombres preciosos) la pareja responsable del albergue La Piedra, en Villafranca del Bierzo, donde ahora me encuentro. Eran dos jóvenes que vivían en Madrid, con sus carreras universitarias, su futuro en la gran ciudad. Después de hacer por primera vez el Camino de Santiago, decidieron que allí querían quedarse. Rehabilitaron una casa, la dejaron preciosa, y ahí siguen, dando cobijo a cuantos peregrinos lleguen. La estampa es tan hermosa que encajaría en cualquier película de Miyazaki. Creo que es importante mirar en la misma dirección en esta vida, cuando pretendes compartirla con alguien.  (nota: aunque haré más adelante una lista de albergues con algunas indicaciones, no puedo dejar de mandar un abrazo a Livia y Unai, y recomendar su rincón. Todo lo que se pueda decir positivo de su servicio, se queda corto)

Villafranca del Bierzo es un lugar precioso.